Big Island II: de Waipio Valley al atardecer en Mauna Kea
Nuestro quinto día en Hawái fue, sin duda, uno de los más intensos y espectaculares del viaje. Big Island nos tenía preparadas una serie de paradas que combinaban naturaleza salvaje, vistas impresionantes y un final mágico sobre las nubes: el atardecer en Mauna Kea.
Salida desde Hilo y parada en Laupāhoehoe Lookout
Comenzamos la jornada temprano en Hilo, con el objetivo de llegar al Waipio Valley, uno de los rincones más icónicos y sobrecogedores de la isla. Sin embargo, antes hicimos una parada en el Laupāhoehoe Lookout, un mirador poco concurrido desde donde se obtiene una panorámica maravillosa de la costa este. Las vistas del océano golpeando los acantilados nos hicieron parar unos minutos y simplemente contemplar el paisaje.
Descenso a pie al Waipio Valley
Poco después, llegamos al Waipio Valley Viewpoint, y entendimos inmediatamente por qué es obligatorio un 4×4 para bajar al valle. El camino es extremadamente empinado, con un desnivel brutal. De hecho, vimos a dos coches bastante grandes siendo remolcados porque no podían subir por sí solos. Así que no lo dudamos: dejamos el coche arriba y comenzamos el descenso a pie.
Aunque la bajada fue exigente, las vistas compensaban cada paso. El valle es una mezcla perfecta de vegetación exuberante, mar y montaña. Al llegar al fondo, vimos la famosa cascada al fondo del valle, entre los árboles frondosos y verdes y caballos salvajes. No nos acercamos más porque el camino requería más tiempo del que teníamos. Aun así, fue un lugar que nos dejó sin palabras.
Malasadas para recuperar fuerzas
Tras subir de nuevo (¡cuesta arriba cuesta el doble!), hicimos una parada para reponer fuerzas en Tex Drive In, un clásico en la zona de Honokaʻa. Allí, además de disfrutar de algo rápido para comer, probamos las famosas malasadas: unos bollos fritos típicos hawaianos, rellenos de cremas variadas, que son pura delicia. Nos llevamos algunos para el camino y fueron un acierto total.
Akaka Falls: la fuerza del agua en estado puro
Nuestro siguiente destino fueron las Akaka Falls, una de las cascadas más altas de Hawái, con más de 130 metros de caída. El sendero que lleva hasta ella es corto y muy agradable, rodeado de vegetación tropical. Al llegar al mirador, el rugido del agua cayendo por ese acantilado vertical es impresionante. Nos detuvimos un buen rato a admirarla y sacar fotos.
Alae Cemetery y su árbol protector
Muy cerca se encuentra el Alae Cemetery, un cementerio pequeño y tranquilo, custodiado por un árbol gigante que parece abrazar las tumbas con sus raíces. Fue una visita breve pero muy simbólica, con un aire espiritual que contrastaba con el bullicio turístico de otros puntos.
Parada rápida en el mercado de Hilo y Rainbow Falls
De regreso a Hilo, pasamos por el mercado local, donde pudimos ver productos frescos, artesanía y algunas opciones para picar algo. Después nos acercamos a Rainbow Falls, otra de las cascadas famosas de la isla. Aunque no siempre se ve el arco iris que le da nombre, el salto de agua es muy bonito, rodeado de vegetación frondosa y fácil de acceder.
Muy cerca también están las Peepee Falls, pero se ven de lejos y, la verdad, nos parecieron un poco decepcionantes comparadas con el resto del día.
Exploración subterránea: Kaumana Caves
Antes de subir al Mauna Kea, hicimos una última parada en las Kaumana Caves, unos tubos de lava formados por antiguas erupciones. La entrada es gratuita y se accede bajando unas escaleras. Con linterna (¡imprescindible!) se puede explorar parte de las cavernas, aunque hay que tener cuidado con el suelo irregular y la oscuridad. Fue una experiencia muy diferente a todo lo anterior, como entrar en las entrañas de la isla.
Atardecer mágico en Mauna Kea
La guinda del día fue la subida al Mauna Kea, el punto más alto de Hawái con más de 4.200 metros de altitud. Empezamos la ascensión en coche y, al principio, estuvimos rodeados de niebla. Pero conforme ganábamos altura, superamos el nivel de las nubes… y el paisaje cambió completamente.
Llegamos al mirador de Mauna Kea Visitor Center pero lo ideal es seguir subiendo hasta arriba, desde donde presenciamos uno de los atardeceres más espectaculares de nuestra vida. El cielo se tiñó de naranjas, lilas y dorados, y los observatorios astronómicos del lugar parecían sacados de una película de ciencia ficción. Recomendamos llevar ropa de abrigo (¡hace mucho frío ahí arriba!) y llegar con tiempo para coger buen sitio.
Nosotros pudimos hacerlo en coche normal pero parece que ahora solo está permitida la subida en 4×4 y hay rangers vigilando esta ascensión. De todas formas, es fácil poder subir haciendo autostop con alguno de los coches que suben.
Una vez que el sol se escondió, apareció la noche más estrellada que jamás habíamos visto. No es casualidad que este lugar esté considerado uno de los mejores del planeta para observar las estrellas. Nos quedamos un buen rato simplemente mirando al cielo, en silencio, con la sensación de estar tocando el universo. Realmente es una de las experiencias más alucinantes que podéis hacer en Hawái.
Recomendamos planificar la visita evitando la luna llena o días cercanos. El brillo de la luna impide ver las estrellas en todo su esplendor. Nosotros, de hecho, podemos decir que casi organizamos el recorrido completo de Hawái en base a cómo estaría la luna en el Mauna Kea.
